Escribo y el papel me reclama palabras.
El cielo, sublime, se apoya en las montañas.
El sentir del lugar en el mundo,
de ese pasto y esa piedra que me reciben,
de esa tierra que espera,
de ese camino que ansía ser andado.
Me siento y escribo.
Las palabras fluyen,
tal como las nubes que andan,
dan contra la montaña,
se dividen, se juntan,
dibujan una bella danza
de la cual el cielo es un mero escenario.
Se acercan al proseño,
tan solo para tirarme letra,
la misma que el papel solicita.
Mi amigo, mi compañero en la senda,
se acerca, se sienta a mi lado.
Nos absorbe la grandeza de algo incorruptible,
imparable, poderoso, bello.
No hay palabras para ese momento.
¿Qué sonido humano podría describir, de manera exacta,
ese momento donde uno ya no es uno y es eso,
que tiene nubes, montaña, cielo?
O quizá sí las hay.
El Chino, mi amigo,
como dejando correr la vida a través de su lengua,
sella ese momento para una eternidad:
"El día que tus hijos te pregunten: ¿dónde nacen las nubes?
Vos le vas a decir: yo estuve ahí."
2 comentarios:
Cuando las palabras tienen peso, emocionan. Còmo definir con palabras cuando no hay palabras para describir. Simple, cuando habla el corazón. Un segundo en nuestras vidas, es un recuerdo para toda nuestras vidas. Hermosas palabras Juan!!!!
Chino, gracias. Es como has dicho. Además, lo sabés, en el momento de ver ese pico que rasca el cielo... tan sin aliento ¿cómo vamos a hablar? ;)
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